

Permitid que me presente, ilustres visitantes. Mi nombre es Abraham Seneor. Os doy la bienvenida a mi barrio. ¿Qué os ha parecido? Habéis paseado por sus calles, habéis visto sus casas… Aquí transcurrió mi vida. ¡Qué recuerdos me vienen a la memoria! Aquí fui feliz, aunque también viví sucesos que me provocaron enorme tristeza. Estáis en La Judería. Mis antepasados judíos vivieron felices en esta ciudad durante muchos años. Yo fui una persona muy importante en aquella época. Entre los judíos, respetado como rabino y en la corte de los Reyes Católicos ocupé importantes cargos siendo muy apreciado por los Reyes. Pero las cosas se torcieron y las relaciones con nuestros vecinos cristianos empezaron a ser difíciles. Después de años de tranquila convivencia, los judíos fuimos obligados a vivir todos juntos en esta zona de la ciudad. Poco después, decidieron que era conveniente que por la noche no entrase ni saliese nadie del barrio y lo cerraron con siete puertas Nuestra aljama, que así es como llamamos nosotros a la judería, era muy importante. Aquí era donde vivíamos, trabajábamos, nos reíamos y llorábamos. En torno a la calle principal, la Judería vieja, y junto a un montón de casas de ladrillo y madera, había importantes edificios. Hasta cinco sinagogas (lugares donde los judíos celebramos nuestro culto) llegó a haber. La más importante fue la Sinagoga Mayor. Es el edificio delante del cual os encontráis en este momento y que sería convertido en iglesia católica. También teníamos dos escuelas donde aprendíamos judaísmo, carnicerías, un horno para cocer pan y hasta un hospital. Fuera de la aljama, en el lugar al que los segovianos llaman ahora Pinarillo, estaba nuestro cementerio. Si os asomáis por la puerta de la muralla por la que habéis entrado, la de S. Andrés, podréis ver los restos que quedan de este cementerio.
Y siendo yo ya un anciano ocurrió. Los Reyes Católicos decidieron que los judíos debían convertirse al cristianismo o abandonar España. Muchos de mis amigos se marcharon dejándolo todo, aunque nunca pudieron olvidar a su querida Sefarad, que es como llaman a España los descendientes de aquellos hombres, los sefarditas. Yo decidí bautizarme. Fueron mis padrinos los mismos Reyes Católicos y cambié mi nombre por el de Fernán Pérez Coronel. Pero, ¡basta ya! No dejéis que este viejo os aburra con sus recuerdos. ¿Sabéis una cosa? Estoy ahora muy contento. Desde hace unos pocos años, después de que este barrio estuviese casi en ruinas, los segovianos decidieron rehabilitarlo. Y aunque muchas cosas han cambiado, a mí me encanta pasear por sus calles. ¡Está tan bonito! ¡Ah, perdonadme! ¡Qué maleducado soy! No os he invitado a visitar mi casa. Cuando habéis venido hasta aquí, por la calle de la Judería Vieja, habéis pasado delante de ella. Han tenido la buena idea de convertirla en Centro Didáctico de la Judería Segoviana. Si lo deseáis, pasad a visitarme y os contaré un montón de cosas. Shalom.