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¿Sí, dígame?
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Hola, Frutos. ¿Qué tal?
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¡Hombre, Geroteo! ¡Cuánto tiempo!
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Ya lo creo. Mira que vivir tan cerca y no vernos…
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¿Y cómo quieres que nos veamos? Te recuerdo que somos dos estatuas.
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Ya. Pero podías hacer uno de tus milagros.
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¡Qué tiempos! La cuchillada, las hernias… Pero ahora ya… Tendría que hacer tantos milagros, que no sé por dónde empezar.
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Si al menos nos hubieran puesto juntos, podríamos charlar y recordar viejos tiempos.
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¡Con lo que a ti te gusta eso de hablar, ¿eh?
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Tampoco hablo tanto. Es la fama que tengo.
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¡Pero si no te callaste ni muerto! ¡Si cuando te cortaron la cabeza, la cogiste en tus manos como si nada y seguiste predicando!
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Porque no había terminado el sermón. No como tú. ¡Mira que dejarlo todo y marcharte al Duratón a rezar y cuidar a los pajarillos…
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Es que los inteligentes sabemos estar callados.
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Será por eso por lo que te nombraron patrón de Segovia. Y claro, te dejaron la mejor puerta para colocar tu estatua. No es la principal pero es por donde entra todo el mundo a la Catedral.
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Eso es verdad. Pero es que en Segovia me quieren mucho.
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Y además, desde donde estás, ves pasar a toda la gente. A los turistas que bajan al Alcázar y a los segovianos que pasean hasta la Plaza Mayor.
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Y veo también la iglesia de S. Miguel, esa donde coronaron reina a Isabel, la reina que ha salido en la tele. Y a la alcaldesa cuando va al Ayuntamiento, y a los artistas que actúan en el teatro Juan Bravo…
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Eso, tú dame envidia. A mí, que fui el primer obispo de esta ciudad, me han reservado la puerta por donde menos gente pasa. Justo detrás de la tuya.
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Sí, pero ves la Judería. Me han dicho que ahora está muy bonita.
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Es verdad. Es un barrio precioso. Pero me aburro.
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Haz como yo. Coge un libro y lee. Todos los días leo un poco.
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Pues debe ser muy poco, porque cada página te dura un año. Desde el 25 de octubre hasta el 25 de octubre.
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Es que ese día es mi santo. Me vienen a ver los segovianos y me gusta hacerles ese pequeño milagro de pasar la hoja. ¡Les emociona tanto! Pero no quiero correr, que cuando yo termine el libro, el mundo también acabará. Y no me gustaría que me echasen la culpa.
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¡Qué cosas dices, Frutos! Pero, cambiando de tema, ¿es verdad lo que he oído?
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¿Y qué has oído?
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Me han dicho que si la gente se coloca frente a ti y mira a la izquierda, un poco fuera de la puerta, puede ver un angelito vivo.
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¿Vivo? ¡Te crees todo lo que te dicen! No está vivo, hombre, es de metal, aunque parece de piedra. En realidad se trata de una veleta, ese instrumento que señala por dónde sopla el viento.
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Creí que era uno de tus milagros.
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Ya te he dicho que no hago milagros. Aunque para milagroso, el angelito.
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¿Ah, sí?
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Dicen los segovianos que cuando la trompeta que tiene el ángel señala hacia la calle de Daoíz, llueve.
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¡Qué de cosas sabes!
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Tantos años aquí… Te podría contar un millón de cosas de esta catedral. ¿sabías, por ejemplo, que antes de ésta hubo otra catedral donde ahora están los jardines del Alcázar? ¿Y que para hacerla tiraron un montón de casas de los antiguos judíos a los que expulsaron de Segovia?
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¿De verdad?
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Te podría contar que está construida en el estilo que llaman gótico, pero que la hicieron cuando ya nadie construía en ese estilo. Sin embargo, les quedó tan bonita y tan esbelta que la llamaron, y todavía se lo dicen, Dama de las Catedrales.
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¡Qué orgullo vivir aquí!
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¿Y qué me dices de la torre?
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Que es muy alta.
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Y tanto. Antes mucho más, pero un rayo la destruyó. Ahora mide 88 metros y si subes a ella, que puedes hacerlo, ves toda Segovia hasta un montón de kilómetros.
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¡Frutos, Frutos! ¡Me estoy quedando sin batería! Voy a cargarla y luego te llamo para que sigas contándome.
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¡Adiós, Geroteo! Madre mía, lo que le gusta hablar a este hombre.